He trabajando con gente que sin ningún tipo de formación en ingeniería, marketing, ciencias, estudios superiores… ha logrado lanzar con éxito productos al mercado de forma muy profesional, y por si te lo estás preguntando, no fue suerte.
Yo soy Ingeniero, he trabajado en el desarrollo de más de 200 productos, y para mí lanzar un producto al mercado, naciendo en la idea, y pensando en llegar y perdurar en la mente del cliente para siempre, es un proceso apasionante a la par que complejo, creo que este gran proceso, si fuera música sería una orquesta sinfónica, si fuera comida sería alta cocina y si fuera un baile sería un ballet clásico.
Tras leer los dos párrafos anteriores, tú te preguntarás, ¿y para qué ha estudiado si al parecer no hace falta? pues bien, porque para mi, aprender ingeniería de forma reglada en una universidad, y el resto de áreas y ciencias de forma apasionada, no es un medio para desarrollar productos y ponerlos en venta, sino un fin con el que aprender el proceso al detalle. Aunque la aplicación de todas las teorías de las diferentes áreas en ocasiones vaya por otros lares más sencillos, eficaces y eficientes a los enunciados en los libros.
Debo aclarar que, no estudié y sigo estudiando porque sea imprescindible para desarrollar productos, sino porque mi objetivo es seguir aprendiendo sobre el apasionante mundo de la vida de los productos y su interacción con el mundo, para ayudar a otros a lograrlo de manera profesional, eficiente y eficaz, sin rodeos porque el tiempo es oro.
Ahora sí, te voy a contar la historia del camino que me ha llevado a ser un Experto en el desarrollo de productos físicos, coge un café, ponte cómodo y sigue leyendo…
Después de tres años de militar de empleo profesional, recuerdo salir del cuartel con varios consejos pesimistas de compañeros y mandos directos, pesimismo sobre mi porvenir, me decían que no iba a encontrar trabajo, que ya era mayor (¡con 21 años!), que no tenía estudios… pero al contrario que ellos, yo me sentía súper optimista, con una libreta amarilla en el asiento del copiloto en la que tenía depositadas mis ilusiones, ya que era ahí donde iba a desarrollar mis ideas de productos, inventos…
La verdad es que, no tenía estudios ni recursos económicos, por lo que decidí aprovechar el año de paro para volver al instituto a «probar suerte», recuerdo que me di de plazo a mi mismo un cuatrimestre para ver resultados, y lo hice por algo que sentía en mi interior, motivación:
<<La motivación es el sentimiento más poderoso que conozco, mientras lo sientas en tu interior, estarás mucho más cerca de tu objetivo>>
(Juan Mollor)
No pude dar la espalda a esa motivación, y aunque mis notas de los últimos años de instituto fueron casi todo suspensos (en serio, no exagero, todo suspenso menos gimnasia), recuerdo que me comprometí conmigo mismo para estudiar al máximo durante un cuatrimestre y ver qué pasaba, quería resolver una duda que tenía desde hacía tiempo: ¿servía para aprender o era que no estudiaba?
Pues bien, pasó algo cojonudo, saque todo notazas y eso me animó a seguir estudiando, al más puro Forrest Gump (ya sabes lo que decía en la peli: <<cuando llegué, pensé, si he llegado hasta aquí, quizás puedo seguir un poco más…>>).
En resumen, pasé cinco años en los que mi vida fue, estudiar en clase, estudiar en casa, trabajar por las noches, correr un par de días a la semana, dormir, comer y asearme, todo eso mientras mis amigos curraban, tenían pasta a fin de mes, fiestas,….
Fue duro para mi, con 20-25 años se hace cuesta arriba porque tu cabeza quiere hacer otro tipo de cosas más divertidas, siempre he sido muy extrovertido y fiestero, pero esos años tuve la motivación necesaria para hacerlo, además de unos padres estupendos que me dejaron volver a casa para retomar mis estudios.
Durante ese tiempo anoté ideas, decenas de ideas, cientos de ideas de productos que se me ocurrían, ideas que no desarrollaba porque rápidamente localizaba los puntos débiles: falta de recursos, falta de conocimientos en una tecnología, falta de experiencia,.., yo mismo buscaba y localizaba las barreras, pero no me preocupaba porque estaba aprendiendo más y más sobre tecnologías, además de otras áreas importantes que me interesaban sobre el producto, como las marcas, el marketing, internet…
Al terminar mis estudios tuve que preparar un proyecto de fin de carrera para obtener la titulación, recuerdo que estuve ausente varios meses, desaparecí de la Universidad, estuve trabajando en una empresa de alimentación gestionando el mantenimiento de sus tiendas y franquicias, pero al mismo tiempo me saqué de la manga mi proyecto final de carrera al que titulé “Tipologías de distribución de agua para su ahorro durante el transitorio de calentamiento en el punto de consumo”, un tocho de varios ciento de páginas que presenté en la oficina de patentes y marcas, y que me devolvieron para que la dividiese en partes más pequeñas, ya que según el examinador abarcaba demasiado… y tenía razón.
No me vi con fuerzas de contestar a la oficina de patentes y marcas, y pienso que hice bien porque me habría liado en una discusión en la que habría salido perdiendo seguro, ahora sé que me equivoqué al presentar semejante tocho, pero entonces pensaba que estaba haciendo lo mejor.
Por otro lado, recuerdo que aparecí en la Universidad y presenté mi proyecto a mi profesor de fluidodinámica, el cual se quedó callado por un rato y luego dijo varias veces “Juan esto no se hace así, esto no se hace así….”, se refería a que primero hay que hablar con el profesor, exponerle qué quieres hacer y él te guía sobre cómo enfocar el trabajo de final de carrera… me salté las reglas y tuve que dar un paso atrás y repetir el enfoque del trabajo para adecuarlo al formato de la presentación de los proyectos de la Universidad…
Al mismo tiempo, presenté mi trabajo en empresas como ROCA y JIMTEN, que me parecía que estarían encantadas de recibir a un joven ingeniero Universitario con esas ideas de producto para el ahorro de agua… pero de nuevo me equivoqué estrepitosamente, en ROCA, después de enviar toda la información en incluso un CD que me pidieron con toda la información, no recibí ni un mensaje de agradecimiento, y en JIMTEN no pasé de la puerta de visitas, ni de marketing ni de ingeniería bajaron a preguntarme de qué iba mi proyecto.
Fueron tres golpes muy duros para mi ilusión, y estuve un tiempo bastante desmoralizado hasta que, siguiendo mi camino, leyendo un artículo en la web de la OPEM (Oficina Española de Patentes y Marcas), de los muchos que disponen de consulta, se advertía que efectivamente las empresas lo último que quieren es pagar por ideas o que alguien de fuera venga con ideas nuevas sobre lo que en teoría son expertos, eso me ayudó a comprender mejor la idiosincrasia Española y me animó a seguir con mi interés por los productos.
En todo caso, sigo pensando que hay marcas abiertas a nuevas ideas aunque vengan de fuera.
En fin, una vez presentado y aprobado mi proyecto comencé a trabajar y después de pivotar voluntariamente entre diversos trabajos, buscando un trabajo más afín a mi pasión por los productos acabé en una empresa de transformación del plástico donde pude, ahí sí, desarrollar mi vocación de desarrollar productos a partir de simples ideas, un listado de necesidades… y proyectar esas ideas y necesidades en un producto listo para servir al mercado, y más allá, cubrir necesidades postventa.
Desde entonces he colaborado en el desarrollo de más de 200 productos.
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